Jaime Díaz
Orihuela y la escuela de composición arequipeña
Por
Omar G. Carrazco Llanos
Para
la música académica peruana, el reciente fallecimiento de compositor Jaime Díaz
Orihuela cierra el un ciclo de la llamada Escuela de composición arequipeña iniciada
a principios del siglo XX.
Éste
grupo lo integraron Octavio Polar (1856-1916), Manuel Aguirre de la Fuente
(1863-1951) y Luis Duncker Lavalle (1874-1922); la figura de Luis Duncker en
este grupo fue gravitante debido a su personalidad artística, dominio técnico y
actividad docente. Los compositores de ésta primera etapa se caracterizaron por
escribir obras con moldes europeos, de estilo romántico y con referencias a
melodías de la música popular arequipeña.
Duncker
influyó en la siguiente generación: Roberto Carpio (1900-1986), Carlos Sánchez
Málaga (1904-1995), Roberto Ramírez Z. O. (1896-1995), Felipe Lino Urquieta
(1898- ¿?), Juan Francisco Ballón (1898-1985), M. Nicolás Reynoso (1902-1991) y
especialmente en Aurelio Díaz Espinoza (1897-1983). A diferencia de sus
antecesores, Carpio y los demás fueron influenciados por la corriente
impresionista de la época con una marcada referencia al contexto de la ciudad
de Arequipa. Además de mantener la dedicación de sus composiciones al piano y
elencos de cámara. Aurelio Díaz destacó entre sus pares por incursionar en la
composición orquestal que presentaba junto a la Orquesta Sinfónica de Arequipa.
Aurelio
Díaz fue un actor importante para la música académica en Arequipa a mediados de
siglo XX actuando como Director de la Orquesta Sinfónica de Arequipa, Director
de la Escuela Regional de Música del Sur, Maestro de capilla de la catedral de
Arequipa y docente principal de piano en la referida escuela (hoy conservatorio
regional). Pero quizás su mayor logro musical estaría en el pequeño Jaime, quien
recibía día a día las enseñanzas de los viejos maestros, en un ambiente lleno
de música que forjaba su alma de compositor.
Jaime
Díaz Orihuela, es el heredero de ésta prolífica dinastía de compositores, cuyo
legado se deja sentir en su Rapsodia
arequipeña (1949) para piano y orquesta; y en la Cantata a la Ciudad Caudillo (1975) para coro y orquesta. Ambas
obras sintetizan las influencias de sus antecesores y contienen el sello
personal que Díaz Orihuela utiliza, sin recurrir explícitamente a la música
popular.
Mención
aparte merece su producción pianística y de cámara, que sin alejarse de la música
tonal y en formas como la canción encuentran el espacio que Díaz Orihuela necesita
para desarrollar su lírica inconfundible, destacando Toco una mano, No tengo tiempo para equivocarme y Melodía para un concierto. En su afán
de encontrar una música peruana recurre al paradigma de la pentafonía y a ritmos
cercanos a la música andina, ejemplo de esas obras son: Suite estampas peruanas, Harawi, Tusuy y Sol de los incas. Su experimentación con la pentafonía lo llevaría
a producir una obra reto para los pianistas, su Estudio pentáfono (1969) la misma que recibió los elogios del
destacado pianista Juan José Chuquisengo, quien la ha incorporado dentro de su
repertorio.
Sus
obras de madurez, muestran viva la inventiva orquestal de Díaz; en su Concierto Macchu Picchu (2006), propone
a la quena como instrumento solista junto a la orquesta en pleno (a la fecha no
se conoce alguna otra obra orquestal que hay hecho esta propuesta). En su Adagio para una danzante (2011) la
música surge inquieta e invita a la contemplación. Finalmente sabemos que se
propuso escribir tres obras para cuarteto de cuerdas en homenaje a Flora Tristán,
figura importante de la lucha por la igualdad de derechos de género y defensa
de la vida; tituló a las piezas Florita,
Capitán Chabrie y Pío Tristán; obras que reflejan la
dramática vida de la protagonista y que eran parte de una obra mayor
operística.
Jaime
Díaz Orihuela ocupa un lugar en la historia de la música académica peruana, su
visión de la misma lo llevó a buscar en lo folclórico y en la pentafonía los
materiales para su elaborar su propio lenguaje, evidenciando un estilo
marcadamente lírico en toda su producción. Para Arequipa significa el desenlace
de un siglo de práctica musical, y así también debe ser vista la obra de Jaime
Díaz, como parte de un colectivo, que nace en el romanticismo arequipeño y se condensa
en pensamiento musical de Jaime Díaz Orihuela.
El maestro en clases maestras. Arequipa, 2016.
- Premios y reconocimientos: Primer Premio Nacional para la obra Rapsodia arequipeña (1949), Cantata a la ciudad caudillo, comisionada por la Municipalidad Provincial de Arequipa (1975), Primer premio del concurso para marcha militar del Sesquicentenario de la Independencia del Perú (1971), Medalla del Congreso de la República y Diploma de Honor en reconocimiento por su aporte al engrandecimiento del país (2012). Homenaje en el XII Festival Internacional de Música Contemporánea de Lima – ERART (2014). Profesor honorario del Conservatorio Regional de Música Luis Duncker Lavalle (2016). Se desempeñó también como de Director de la Escuela Regional de Música “Daniel Alomía Robles” de Huánuco y Director artístico de Radio Nacional del Perú.
Excelente artículo Omar Carrazco
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