¿EXISTE
UNA MUSICA INCAICA?
Marguerite Béclard
d'Harcourt.
París, Octubre de 1927.
El
presente artículo fue publicado originalmente el año 1929 en la Gaceta Musical,
revista editada en español por el compositor mexicano Manuel A. Ponce en París.
En
él, su autora explica el propósito de "La Musique des Incas et ses
Survivances" escrita en colaboración con su esposo Raoul en 1925 y aún no
publicada en español. Dicha obra, aunque polémica, marcó un importante hito en
el estudio de la música andina.
La
Gaceta Musical nos hace el honor de pedirnos el primer artículo de los que
compondrán la sección que formará una serie de estudios de la música en la
América del Sur, a los cuales tiene la intención de dar una gran importancia.
No podíamos menos que aceptar y, al inaugurar esta sección, volveremos a tratar
un asunto que nos es particularmente grato, ya que se remonta a las más
profundas raíces del arte vernáculo, en las regiones donde los incas
ejercitaron su poder y se refiere a la música autóctona que se encuentra aún
tan viva, después de tantos siglos de dominación española, en el folklore
contemporáneo.
Nuestros
trabajos sobre la música indo-peruana han suscitado hace mucho tiempo especialmente en su país de origen— muchas
críticas o controversias que el presente artículo nos proporciona la ocasión de
volver a tratar y discutir. Ciertos críticos han llegado hasta a poner en tela
de juicio la supervivencia musical de las antiguas tradiciones en América,
mientras ellas se encuentran en muchas otras ramas de la actividad de los
Indios. El hecho más notable a este respecto reconocido por todos en la hora
actual— es el empleo aún constante de la escala pentafónica común a otros
pueblos primitivos, pero precisamente desconocida en España, que no ha logrado
destruir la introducción ya vieja de cuatro siglos de la escala europea
heptafónica, que, sin embargo, no ha sido suficiente para atraer adeptos
convencidos de la persistencia de una música realmente indígena. Es esta
cuestión de principio —cuestión que nos toca muy de cerca pues que ella pone de
nuevo sobre el tapete todos nuestros trabajos, y la real importancia de los
documentos numerosos que hemos revelado al público la que desearíamos ventilar
aquí de manera definitiva.
¿Qué
resta de verdaderamente indígena en los cantos que nosotros, u otros
folkloristas, hemos recogido desde 1912 en las regiones andinas tan alejadas de
las costas, tan separadas de las zonas más pobladas, debido al contacto
constante establecido, a partir de la conquista, entre los indígenas y los
conquistadores?
Nos
parece que hemos deslindado muy claramente la parte que pensamos poder atribuir
a los temas de los incas quechuas y aymaras en los cantos compuestos, sujetos a
las metamorfosis que la recolección de los mismos en el lugar en que se producen
nos permite, obtenerlos aún, sin embargo, ardientes y palpitantes. Hicimos
notar que nuestra clasificación en cantos indios puros y cantos mestizos no era
rigurosa, que no existía entre estos géneros una línea neta de demarcación,
sino un punto casi insensible, sometido a oscilaciones constantes que permite
involucrarse alternativamente un estilo en el otro, por lo que agregamos que el
término indio puro se había escogido solamente para dar una denominación —en
realidad muy precisa a nuestro deseo de nombrar los más arcaicos de entre
ellos.
Ahora
bien, ¿hasta qué punto podíamos pensar que estos cantos arcaicos se acercasen a
los de otras épocas, y sobre qué nos basaríamos para reconocer y disecar los
caracteres, su facies aun indígena?
Ante
todo, comencemos primeramente por la difícil cuestión de las escalas llamadas,
con las reservas hechas más arriba, indias puras.
Actualmente
nadie duda que un número imponente de melodías populares que aún se cantan en
las montañas de la vertiente del Pacífico hasta Chile, se sirven de la escala
pentafónica (de cinco notas a la octava) en concurrencia con otros aires de
factura más europea, construidos sobre nuestra gama en formas modales en
desuso, o bien en la lengua tonal derivada de los clásicos y que ha llegado a
refugiarse en las manifestaciones populares anónimas.
¿Esta
escala pentafónica podía no ser
precolombina?
Si
contestamos afirmativamente, dos hipótesis se presentan: o bien la escala fue
importada por los conquistadores o bien los indígenas, suponiendo la música
india ya extinguida, rebeldes al débil intervalo del semitono, redujeron,
simplificándola, la gama moderna traída por los españoles.
Examinemos
la primera hipótesis. La escala pentafónica, cuando se la emplea
sistemáticamente, demuestra en la historia de la música un estado de
desenvolvimiento bastante elevado en los pueblos en los cuales se manifiesta,
aunque forma parte de las formas simples del pensamiento musical y se encuentra
en muchos pueblos primitivos (1) Dejemos a un lado el prejuicio chino de
simplificación, resultante del refinamiento intelectual, muy lejano de la
mentalidad mucho más ruda de las antiguo civilizados de América.
No
era conocida ésta solamente en América sino practicada desde una época
inmemorial en Asia, en África y aún en Europa. Sin embargo, si en Rusia, en
Europa Central, en Escocia, en Irlanda, en Bretaña, fue empleada y aún se ven
sus trazas en el folklore, no aparece ningún vestigio de ella en el tesoro
popular español, de Castilla a Andalucía, ni aún en los cantos que pueden ser
considerados como poseedores de influencias anteriores al siglo XIV. Los
conquistadores no podían aportar una manera de ser de la música que su país
ignoraba…
Este
hecho demuestra de una manera casi decisiva la existencia precolombina de la
escala pentafónica.
Supongamos
por un momento la música india perdida, ahogada para siempre bajo la presión
ejercida por los brutales recién llegados, quienes utilizaban el garrote para
dominar. Los conquistadores traen consigo una música nueva. Después de haber
vivido algunos años temerosos de disgustar a sus nuevos amos, los indios,
habiendo olvidado totalmente su antiguo lenguaje sonoro, ¿experimentan el
encanto nuevo de las melodías litúrgicas, buscan reproducir los intervalos y no
lográndolo simplifican para su uso de escala de estos cantos saltando los
semitonos? Esta suposición se presenta como absolutamente inadmisible. Por otra
parte, además, las formas melódicas, las atracciones de las sensibles, las
cadencias, los ritmos, traicionarían su origen europeo, español, y esto no
sucede. Los historiadores saben muy bien que las costumbres y las tradiciones
de un pueblo vencido, tan alejado de los europeos como podían estarlo los
indios quechuas, no se transforman en humo después de algunos años de ocupación
extranjera, a pesar de las más duras persecuciones. Sobre todo considerando que
había que contar por un español ¡más de cien indígenas!
Las
crónicas nos demuestran, por el contrario, que los quechuas que poseían rasgos
muy originales y marcados, cultivaban una música propia que gozaba de un sitio
de primer orden, al menos durante el período incaico de su civilización, la
única de que tenemos algunos conocimientos precisos. Y no vacilamos en afirmar
con certeza que esta música llevaba en sí los elementos de la escala
pentafónica, cuya supervivencia es notoria en los actuales cantos populares
donde se halla en una forma completamente particular.
Los
instrumentos hallados en numerosas "huacas", (tumbas) de la costa
peruana, dan tal testimonio de lo dicho que sería quererse engañar a sabiendas
el no admitir tal evidencia. Hemos podido reproducir las escalas de las
numerosas "autaras", (siringas) o "quenas", (flautas
rectas) que nos ha sido dado escuchar (2)
Ver R. y M. D'Harcourt: La musique des
Incas et ses Survivances". Centhner, Paria, 1925; y nos fue
posible notar la gran mayoría de escalas pentafónicas, suficientemente justas,
que en ellas se encuentran. Aún en la actualidad continuamos estás
investigaciones con las ocarinas de Centro-América, y proseguiremos acumulando
testimonios que vengan a fortalecer nuestra opinión. Casi todos los
instrumentos modernos de que se sirven los indios poseen la escala completa de
siete notas, necesaria para la ejecución de la música actual, muy a menudo
"mestizada", criolla o simplemente española, que ha penetrado más
allá de las ciudades de la costa: hasta algunos centros de la Sierra.
Las
flautas exhumadas de las excavaciones están de acuerdo con numerosas melodías
reproducidas por los descendientes de los incas: quiero decir que emplean los
mismos instrumentos, se sirven de la misma materia musical, y utilizan la
escala pentafónica por medio de disposiciones semejantes a las de sus
antecesores.
Queremos
hablar de los cantos recogidos en la Sierra de boca de los indios. Se nos ha
hecho una advertencia que nos deja perplejos, y demuestra que muchos espíritus
esclarecidos, y aún sabios, por falta de un conocimiento del país, que sólo la
observación directa da, ignoran la verdadera composición de los pueblos de la
región andina. Esta advertencia es la siguiente: muchos de los aires recogidos
por nosotros habían sido cantados, o tocados en la "quena", por
individuos, hombres o mujeres, que llevaban un nombre español, por consiguiente
¡estos aires debían sernos sospechosos!.. . Esto pide una palabra explicativa,
una aclaración: no hay que equivocarse, el pueblo del moderno Perú, así como el
del Ecuador y el de Bolivia, es, en conjunto, indio quechua o aymara. El indio
actual no es solamente un individuo desnudo, que usa plumas sobre la cabeza y
anillo en la nariz, (notad que de estos últimos aún existen muchos en la región
inmensa de la selva, pero nosotros nunca hemos estado en condiciones de recoger
su música) sino un obrero de minas, un cultivador empleado en las haciendas, un
artesano modesto, mercader, ganapán, un servidor y, en planos superiores,
modestos propietarios rurales y aún alcalde, con su lindo bastón de plata.
Todos llevan el bonete de lana de los antepasados, todos hablan el quechua o el
aymara y muy poco, o nada, la lengua del conquistador... Y si estas gentes han
perdido su nombre indígena eso no les impide ser de raza quechua o mestiza,
apenas diferenciable, y de conservar con exactitud un canto de nodriza
perfumado con la tradición de otros tiempos. Eso lo hemos podido observar mil
veces, cuando vivíamos en el Perú.
Aparte
de la persistencia de una escala extraña a la de los conquistadores, ciertos
ritmos especiales animan estos cantos, —los que consideramos siempre como más
arcaicos— probando en esta forma la supervivencia de otro sistema musical
distinto del europeo. ¿Qué serían pues esas melodías si no fueran indias?
¿Españolas? Españolas no son, no tienen ninguna de las características de la
música popular ibérica. Lo que distingue a estos cantos montañeses,
esencialmente monódicos, es el sobrio color, la curva que tiende hacia lo
grave, neta y rigurosa, casi austera, tan distante de las cosquilleantes
seducciones de la música andaluza, y pertenece claramente, por lazos aun
visibles, al pasado indio.
En
fin, para agregar una prueba más en favor del origen americano de la escala
pentafónica en los cantos indios, recordemos que esta escala se halla en la
mayor parte del folklore recogido en los campos de "Reservas", de los
Estados Unidos y el Canadá, en una proporción verdaderamente abrumadora.
También se practican otras escalas, se encuentran semitonos, en Estados Unidos,
lo mismo que escalas muy difíciles de clasificaren Araucania, y Patagonia,
intervalos cromáticos singulares, pero el carácter pentafónico, de una manera
general, es americano.
Es
de tal manera cierto que los cantos indios ofrecen caracteres especiales, que
en Argentina —donde la influencia india se halla en nuestros días casi borrad, los únicos cantos llamados indios, por los
mismos argentinos, y en los cuales se comprueba el empleo aún muy neto de la
escala pentafónica, son los que vienen del Noroeste, de las primeras vertientes
de la cordillera, región donde se ha infiltrado la influencia de las antiguas
tradiciones de la época incaica...
Y
no es solamente la música cuya supervivencia antigua nos sorprende en el
folklore andino. Numerosos cantos de nuestra colección y muchos otros poseen
todavía sus poesías en quechua, y no son adaptaciones del genio español,
revisadas por los indígenas, y revestidas con su lenguaje, sino el producto de
la raza, que ha conservado los vestigios del pensamiento y merito indios. Los
abundantes textos, en quechua, que publicamos en nuestra obra los hemos
analizado, y revelan, a este respecto, cualidades dignas de admiración.
Nos
parece que hemos logrado, con este resumen, demostrar victoriosa-mente, la
existencia de una música americana en el folklore moderno de algunas regiones
del nuevo mundo. Pero, ¿no es curioso comprobar que sus caracteres hayan
persistido hasta tal punto a pesar de tantas influencias diversas y contrarias?
Es necesario que esta música haya tenido en la vida de los antiguos quechuas,
el lugar tan importante que nos señalan las crónicas, y que le dan los indios,
por la devoción indiscutible que le dedicaban y le siguen dedicando, ya que les
pertenece y se sirven de ella como herencia propia. Fue preciso que la
configuración geográfica del país se prestara a este aislamiento —el de las
grandes soledades de la alta cordillera en cuyo corazón pueden perpetuarse
tradiciones orales excepcionalmente fieles, y que permiten la estabilidad casi
completa, durante varios siglos, de idénticas condiciones de vida.
Nunca
hemos dicho que los bellos cantos más arcaicos que existen, aun actualmente, en
la Sierra andina hayan seguido siendo absolutamente semejantes a los que se
cantaban antes del descubrimiento de América. Afirmamos, simplemente, que son
tradicionales, que en ellos subsisten, escalas, ritmos, o letra— supervivencias
innegables del pasado, y que estas supervivencias indias confieren a una parte
del rico folklore americano su valor y su profunda originalidad.
Fuente:
- Conservatorio Revista Musical Peruana No. 2, Lima, diciembre 1989.
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