sábado, 14 de noviembre de 2015

¿EXISTE UNA MUSICA INCAICA? Por Marguerite Béclard d'Harcourt.

¿EXISTE UNA MUSICA INCAICA?

Marguerite Béclard d'Harcourt.
París, Octubre de 1927.

El presente artículo fue publicado originalmente el año 1929 en la Gaceta Musical, revista editada en español por el compositor mexicano Manuel A. Ponce en París.
En él, su autora explica el propósito de "La Musique des Incas et ses Survivances" escrita en colaboración con su esposo Raoul en 1925 y aún no publicada en español. Dicha obra, aunque polémica, marcó un importante hito en el estudio de la música andina.

La Gaceta Musical nos hace el honor de pedirnos el primer artículo de los que compondrán la sección que formará una serie de estudios de la música en la América del Sur, a los cuales tiene la intención de dar una gran importancia. No podíamos menos que aceptar y, al inaugurar esta sección, volveremos a tratar un asunto que nos es particularmente grato, ya que se remonta a las más profundas raíces del arte vernáculo, en las regiones donde los incas ejercitaron su poder y se refiere a la música autóctona que se encuentra aún tan viva, después de tantos siglos de dominación española, en el folklore contemporáneo.

Nuestros trabajos sobre la música indo-peruana han suscitado hace mucho tiempo  especialmente en su país de origen— muchas críticas o controversias que el presente artículo nos proporciona la ocasión de volver a tratar y discutir. Ciertos críticos han llegado hasta a poner en tela de juicio la supervivencia musical de las antiguas tradiciones en América, mientras ellas se encuentran en muchas otras ramas de la actividad de los Indios. El hecho más notable a este respecto reconocido por todos en la hora actual— es el empleo aún constante de la escala pentafónica común a otros pueblos primitivos, pero precisamente desconocida en España, que no ha logrado destruir la introducción ya vieja de cuatro siglos de la escala europea heptafónica, que, sin embargo, no ha sido suficiente para atraer adeptos convencidos de la persistencia de una música realmente indígena. Es esta cuestión de principio —cuestión que nos toca muy de cerca pues que ella pone de nuevo sobre el tapete todos nuestros trabajos, y la real importancia de los documentos numerosos que hemos revelado al público la que desearíamos ventilar aquí de manera definitiva.

¿Qué resta de verdaderamente indígena en los cantos que nosotros, u otros folkloristas, hemos recogido desde 1912 en las regiones andinas tan alejadas de las costas, tan separadas de las zonas más pobladas, debido al contacto constante establecido, a partir de la conquista, entre los indígenas y los conquistadores?

Nos parece que hemos deslindado muy claramente la parte que pensamos poder atribuir a los temas de los incas quechuas y aymaras en los cantos compuestos, sujetos a las metamorfosis que la recolección de los mismos en el lugar en que se producen nos permite, obtenerlos aún, sin embargo, ardientes y palpitantes. Hicimos notar que nuestra clasificación en cantos indios puros y cantos mestizos no era rigurosa, que no existía entre estos géneros una línea neta de demarcación, sino un punto casi insensible, sometido a oscilaciones constantes que permite involucrarse alternativamente un estilo en el otro, por lo que agregamos que el término indio puro se había escogido solamente para dar una denominación —en realidad muy precisa a nuestro deseo de nombrar los más arcaicos de entre ellos.

Ahora bien, ¿hasta qué punto podíamos pensar que estos cantos arcaicos se acercasen a los de otras épocas, y sobre qué nos basaríamos para reconocer y disecar los caracteres, su facies aun indígena?

Ante todo, comencemos primeramente por la difícil cuestión de las escalas llamadas, con las reservas hechas más arriba, indias puras.

Actualmente nadie duda que un número imponente de melodías populares que aún se cantan en las montañas de la vertiente del Pacífico hasta Chile, se sirven de la escala pentafónica (de cinco notas a la octava) en concurrencia con otros aires de factura más europea, construidos sobre nuestra gama en formas modales en desuso, o bien en la lengua tonal derivada de los clásicos y que ha llegado a refugiarse en las manifestaciones populares anónimas.

¿Esta escala pentafónica podía no ser  precolombina?

Si contestamos afirmativamente, dos hipótesis se presentan: o bien la escala fue importada por los conquistadores o bien los indígenas, suponiendo la música india ya extinguida, rebeldes al débil intervalo del semitono, redujeron, simplificándola, la gama moderna traída por los españoles.
Examinemos la primera hipótesis. La escala pentafónica, cuando se la emplea sistemáticamente, demuestra en la historia de la música un estado de desenvolvimiento bastante elevado en los pueblos en los cuales se manifiesta, aunque forma parte de las formas simples del pensamiento musical y se encuentra en muchos pueblos primitivos (1) Dejemos a un lado el prejuicio chino de simplificación, resultante del refinamiento intelectual, muy lejano de la mentalidad mucho más ruda de las antiguo civilizados de América.

No era conocida ésta solamente en América sino practicada desde una época inmemorial en Asia, en África y aún en Europa. Sin embargo, si en Rusia, en Europa Central, en Escocia, en Irlanda, en Bretaña, fue empleada y aún se ven sus trazas en el folklore, no aparece ningún vestigio de ella en el tesoro popular español, de Castilla a Andalucía, ni aún en los cantos que pueden ser considerados como poseedores de influencias anteriores al siglo XIV. Los conquistadores no podían aportar una manera de ser de la música que su país ignoraba…

Este hecho demuestra de una manera casi decisiva la existencia precolombina de la escala pentafónica.

Supongamos por un momento la música india perdida, ahogada para siempre bajo la presión ejercida por los brutales recién llegados, quienes utilizaban el garrote para dominar. Los conquistadores traen consigo una música nueva. Después de haber vivido algunos años temerosos de disgustar a sus nuevos amos, los indios, habiendo olvidado totalmente su antiguo lenguaje sonoro, ¿experimentan el encanto nuevo de las melodías litúrgicas, buscan reproducir los intervalos y no lográndolo simplifican para su uso de escala de estos cantos saltando los semitonos? Esta suposición se presenta como absolutamente inadmisible. Por otra parte, además, las formas melódicas, las atracciones de las sensibles, las cadencias, los ritmos, traicionarían su origen europeo, español, y esto no sucede. Los historiadores saben muy bien que las costumbres y las tradiciones de un pueblo vencido, tan alejado de los europeos como podían estarlo los indios quechuas, no se transforman en humo después de algunos años de ocupación extranjera, a pesar de las más duras persecuciones. Sobre todo considerando que había que contar por un español ¡más de cien indígenas!

Las crónicas nos demuestran, por el contrario, que los quechuas que poseían rasgos muy originales y marcados, cultivaban una música propia que gozaba de un sitio de primer orden, al menos durante el período incaico de su civilización, la única de que tenemos algunos conocimientos precisos. Y no vacilamos en afirmar con certeza que esta música llevaba en sí los elementos de la escala pentafónica, cuya supervivencia es notoria en los actuales cantos populares donde se halla en una forma completamente particular.

Los instrumentos hallados en numerosas "huacas", (tumbas) de la costa peruana, dan tal testimonio de lo dicho que sería quererse engañar a sabiendas el no admitir tal evidencia. Hemos podido reproducir las escalas de las numerosas "autaras", (siringas) o "quenas", (flautas rectas) que nos ha sido dado escuchar (2) Ver R. y M. D'Harcourt: La musique des Incas et ses Survivances". Centhner, Paria, 1925; y nos fue posible notar la gran mayoría de escalas pentafónicas, suficientemente justas, que en ellas se encuentran. Aún en la actualidad continuamos estás investigaciones con las ocarinas de Centro-América, y proseguiremos acumulando testimonios que vengan a fortalecer nuestra opinión. Casi todos los instrumentos modernos de que se sirven los indios poseen la escala completa de siete notas, necesaria para la ejecución de la música actual, muy a menudo "mestizada", criolla o simplemente española, que ha penetrado más allá de las ciudades de la costa: hasta algunos centros de la Sierra.

Las flautas exhumadas de las excavaciones están de acuerdo con numerosas melodías reproducidas por los descendientes de los incas: quiero decir que emplean los mismos instrumentos, se sirven de la misma materia musical, y utilizan la escala pentafónica por medio de disposiciones semejantes a las de sus antecesores.

Queremos hablar de los cantos recogidos en la Sierra de boca de los indios. Se nos ha hecho una advertencia que nos deja perplejos, y demuestra que muchos espíritus esclarecidos, y aún sabios, por falta de un conocimiento del país, que sólo la observación directa da, ignoran la verdadera composición de los pueblos de la región andina. Esta advertencia es la siguiente: muchos de los aires recogidos por nosotros habían sido cantados, o tocados en la "quena", por individuos, hombres o mujeres, que llevaban un nombre español, por consiguiente ¡estos aires debían sernos sospechosos!.. . Esto pide una palabra explicativa, una aclaración: no hay que equivocarse, el pueblo del moderno Perú, así como el del Ecuador y el de Bolivia, es, en conjunto, indio quechua o aymara. El indio actual no es solamente un individuo desnudo, que usa plumas sobre la cabeza y anillo en la nariz, (notad que de estos últimos aún existen muchos en la región inmensa de la selva, pero nosotros nunca hemos estado en condiciones de recoger su música) sino un obrero de minas, un cultivador empleado en las haciendas, un artesano modesto, mercader, ganapán, un servidor y, en planos superiores, modestos propietarios rurales y aún alcalde, con su lindo bastón de plata. Todos llevan el bonete de lana de los antepasados, todos hablan el quechua o el aymara y muy poco, o nada, la lengua del conquistador... Y si estas gentes han perdido su nombre indígena eso no les impide ser de raza quechua o mestiza, apenas diferenciable, y de conservar con exactitud un canto de nodriza perfumado con la tradición de otros tiempos. Eso lo hemos podido observar mil veces, cuando vivíamos en el Perú.

Aparte de la persistencia de una escala extraña a la de los conquistadores, ciertos ritmos especiales animan estos cantos, —los que consideramos siempre como más arcaicos— probando en esta forma la supervivencia de otro sistema musical distinto del europeo. ¿Qué serían pues esas melodías si no fueran indias? ¿Españolas? Españolas no son, no tienen ninguna de las características de la música popular ibérica. Lo que distingue a estos cantos montañeses, esencialmente monódicos, es el sobrio color, la curva que tiende hacia lo grave, neta y rigurosa, casi austera, tan distante de las cosquilleantes seducciones de la música andaluza, y pertenece claramente, por lazos aun visibles, al pasado indio.

En fin, para agregar una prueba más en favor del origen americano de la escala pentafónica en los cantos indios, recordemos que esta escala se halla en la mayor parte del folklore recogido en los campos de "Reservas", de los Estados Unidos y el Canadá, en una proporción verdaderamente abrumadora. También se practican otras escalas, se encuentran semitonos, en Estados Unidos, lo mismo que escalas muy difíciles de clasificaren Araucania, y Patagonia, intervalos cromáticos singulares, pero el carácter pentafónico, de una manera general, es americano.

Es de tal manera cierto que los cantos indios ofrecen caracteres especiales, que en Argentina —donde la influencia india se halla en nuestros días casi borrad,  los únicos cantos llamados indios, por los mismos argentinos, y en los cuales se comprueba el empleo aún muy neto de la escala pentafónica, son los que vienen del Noroeste, de las primeras vertientes de la cordillera, región donde se ha infiltrado la influencia de las antiguas tradiciones de la época incaica...

Y no es solamente la música cuya supervivencia antigua nos sorprende en el folklore andino. Numerosos cantos de nuestra colección y muchos otros poseen todavía sus poesías en quechua, y no son adaptaciones del genio español, revisadas por los indígenas, y revestidas con su lenguaje, sino el producto de la raza, que ha conservado los vestigios del pensamiento y merito indios. Los abundantes textos, en quechua, que publicamos en nuestra obra los hemos analizado, y revelan, a este respecto, cualidades dignas de admiración.

Nos parece que hemos logrado, con este resumen, demostrar victoriosa-mente, la existencia de una música americana en el folklore moderno de algunas regiones del nuevo mundo. Pero, ¿no es curioso comprobar que sus caracteres hayan persistido hasta tal punto a pesar de tantas influencias diversas y contrarias? Es necesario que esta música haya tenido en la vida de los antiguos quechuas, el lugar tan importante que nos señalan las crónicas, y que le dan los indios, por la devoción indiscutible que le dedicaban y le siguen dedicando, ya que les pertenece y se sirven de ella como herencia propia. Fue preciso que la configuración geográfica del país se prestara a este aislamiento —el de las grandes soledades de la alta cordillera en cuyo corazón pueden perpetuarse tradiciones orales excepcionalmente fieles, y que permiten la estabilidad casi completa, durante varios siglos, de idénticas condiciones de vida.

Nunca hemos dicho que los bellos cantos más arcaicos que existen, aun actualmente, en la Sierra andina hayan seguido siendo absolutamente semejantes a los que se cantaban antes del descubrimiento de América. Afirmamos, simplemente, que son tradicionales, que en ellos subsisten, escalas, ritmos, o letra— supervivencias innegables del pasado, y que estas supervivencias indias confieren a una parte del rico folklore americano su valor y su profunda originalidad.

Recopilado por Asociación Mario Nicolás Reynoso – Arequipa, 2015

Fuente:
- Conservatorio Revista Musical Peruana No. 2, Lima, diciembre 1989.